Hijo mío, el coco no existe

Yo nací sin el gen del fútbol. Cuando alguien me pregunta cuál es mi equipo, yo contesto que no tengo acciones de ningún equipo y me miran con cara rara. Soy un bicho raro, no solo porque no contesto automáticamente Madrid o Barsa, sino porque, además, mi respuesta hace referencia a un concepto económico que el que me pregunta no ve relacionado con su pregunta.


Los clubes de fútbol son entidades económicas que utilizan el deporte del balompié, por una parte, y la pasión de identificarse con una camiseta, sobre todo, para generar un beneficio económico para unos pocos y un enorme trampolín de notoriedad para la cúpula de cada club. Cómo no me apasiona el fútbol y no me identifico en lo más mínimo con una camiseta, me resulta más fácil ver la realidad del mecanismo económico y de relaciones públicas.

La utilización de la identificación emocional de los “forofos” con una camiseta ha dado muchísimos beneficios a los comerciantes del fútbol. Los forofos no romperán su carné aunque el equipo juegue muy mal y no gane nada o incluso aunque sepan que los directivos son mafiosos o corruptos. La identificación emocional está por encima de cualquier racionalidad.

El mundo de la política lleva mucho tiempo aprendiendo (con un aprovechamiento desigual) de las técnicas de marketing de masas del fútbol. Buscan conceptos abstractos, etiquetas o, como diría un experto en redes sociales, hashtags,  con los que nos identifiquemos para generar un vínculo emocional que no se rompa aunque el partido en cuestión sea rematadamente malo, o sus directivos mientan o roben.

Los hashtags pueden ser muy variados. Para mi gusto, el más astuto que conozco y que más resultado ha dado a su inventor es, sin duda alguna, #cataluña, y su inventor fue Jordi Pujol. Consiguió que nadie mirara a sus manos ni a sus bolsillos  (cuentas en paraísos fiscales, para ser más preciso) y si alguno de sus “forofos”, en algún momento, dudaba, él, rápidamente sacaba su hashtag: #cataluña y se olvidaban del problema.

Los partidos son instrumentos pensados para articular el poder y proporcionar dinero para los patrocinadores y satisfacción de sus egos, y algo de dinero también (podríamos pensar que es mucho dinero pero, comparado con lo que se llevan los patrocinadores, es muy poco)  para los representantes de los patrocinadores, que no son otros que los personajes que conocemos como políticos. Por eso es imprescindible que los políticos sean personas que reúnan, sobre todo, dos características, la más importante, que sea ególatra y la otra que sea ambicioso (en este caso sinónimo de manipulable)


Los partidos pueden hacer dos cosas para generar esa adhesión emocional que les garantice que sus votantes no sean muy críticos con su desempeño o su honestidad, utilizar un hashtag que ya esté en uso y de buen resultado y que se pueda reutilizar, o buscar hashtags nuevos. El hashtag históricamente más reutilizado, con significados muy variados (y, a veces, sin ningún significado) es #Izquierda. Ha dado muy buen resultado. A veces alguien te pregunta ¿tu eres de izquierdas o de derechas? mi respuesta siempre es “yo no vivo de ningún partido” y, como me pasa con el fútbol, me miran con cara rara y desconfían. Tienen tan asumida su adhesión al hashtag #Izquierda (o #derecha) que desconfían del que no tiene una adhesión.

VOX ha empezado a elegir la colección de hashtags con los que crear sus adhesiones emocionales. Ha empezado por probar con los hashtags que ningún otro partido está utilizando y, sin lugar a dudas, les está dando muy buen resultado. Mi hermano, que es muy fino en sus análisis, describe la táctica de marketing de VOX como recoger las banderas (para mi hashtags) que otros partidos habían tirado. 


Están teniendo mucho éxito con el hashtag #España (que estaba muy abandonado), también con el #NoAlFeminismoEstándar, #NoALasAutonomías y #NoALosInmigrantes.

Los demás partidos, como ven atacadas sus parcelas de cultivo emocional, han sacado rápidamente un anti-hashtag que genere repulsión, irracional por supuesto, a VOX y han encontrado uno estupendo #ExtremaDerecha. Por cierto, cómo el único argumento con cierta base para adjudicarles el hashtag  #ExtremaDerecha es el #NoALosInmigrantes de VOX, es bastante probable que lo abandonen pronto.

Creo que es muy conveniente para el futuro de la sociedad, la paz y nuestra felicidad en definitiva, que los ciudadanos, al menos algunos, entendamos los mecanismos que utilizan los grupos que ejercen el poder. Entre otras cosas, nos ayudará a no dejarnos llevar por sus habilidades para manipular nuestras emociones.

Dicho de otra manera, y aunque resulte un poco frustrante para algunos de sus votantes y,  sobre todo, para sus contrarios, VOX no es de extrema derecha por una razón muy simple, la extrema derecha, tal como la esgrimen los sacerdotes de los partidos que están perdiendo adeptos, no existe.

Calmemos a nuestros amigos como calmábamos a nuestros hijos.


Hijo mío, el coco no existe.

Amigo, aunque hayas votado a VOX, no sufras esa extrema derecha que se come niños crudos no existe


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