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Mostrando entradas de 2019

Me declaro negacionista

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Entre borrego y negacionista , elijo negacionista . Negacionista de todo Si tengo que elegir entre que me llamen negacionista y decir que si a todo, absolutamente a todo lo que se dice sobre el cambio climático, sin poder matizar ni preguntar ni dudar. Decir que si, no solo a los argumentos profundos de los científicos, sino también, sin rechistar, decir que si hasta a las chorradas que dice Jane Fonda, no sé si por encargo de alguien, culpando de todos los males del mundo, injusticias sociales incluidas, al cambio climático, elijo, sin ninguna duda ser negacionista . Si tengo que elegir entre ser un maldito negacionista o asentir con cara de bobo a todos los argumentos maniqueos de todas las feministas, de las inteligentes y sensatas y de las estreñidas. Si esas son las opciones, sin posibilidades intermedias ni matices ni pensamientos personales, no tengan ninguna duda, soy un maldito negacionista . Si me obligan a elegir entre ser un despreciable negacionista o sumarme

Los pensadores son una plaga

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En 1971 tuve la enorme suerte de que pasara por mi vida Francisco Jiménez, mi profesor de filosofía de sexto de bachiller. Un señor de unos 40 años que acabada de abandonar su carrera de cura. Yo estudiaba entonces en el Instituto de Enseñanza Media Santa María de la Rábida, en Huelva. El instituto estaba, y sigue estando, en un precioso edificio de techos muy altos y puertas enormes, con una preciosa galería que daba a un luminoso jardín interior. Un espacio magnífico para aprender. Al menos así es en mi recuerdo. Nos sentábamos en nuestra bancas y abríamos los ojos, a veces con curiosidad y otras con aburrimiento, para dejar entrar en nuestras cabezas todas aquellas cosas complicadas que nos explicaban esos hombres y mujeres, muy serios casi siempre, encargados de contarnos como era y como funcionaba el mundo. Todos venían con las respuestas a nuestras preguntas. A veces, muchas veces, nos daban respuestas a preguntas que nunca nos habíamos hecho. En casi todos los casos, el

Hijo mío, el coco no existe

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Yo nací sin el gen del fútbol. Cuando alguien me pregunta cuál es mi equipo, yo contesto que no tengo acciones de ningún equipo y me miran con cara rara. Soy un bicho raro, no solo porque no contesto automáticamente Madrid o Barsa, sino porque, además, mi respuesta hace referencia a un concepto económico que el que me pregunta no ve relacionado con su pregunta. Los clubes de fútbol son entidades económicas que utilizan el deporte del balompié, por una parte, y la pasión de identificarse con una camiseta, sobre todo, para generar un beneficio económico para unos pocos y un enorme trampolín de notoriedad para la cúpula de cada club. Cómo no me apasiona el fútbol y no me identifico en lo más mínimo con una camiseta, me resulta más fácil ver la realidad del mecanismo económico y de relaciones públicas. La utilización de la identificación emocional de los “forofos” con una camiseta ha dado muchísimos beneficios a los comerciantes del fútbol. Los forofos no romperán su carné aunque e

Solo VOX tiene éxito

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Voy a empezar por aclarar que ni he votado ni votaré a VOX, este artículo es simplemente un análisis frío (o eso pretendo), y muy breve, de la realidad de los partidos en España. Cuando una empresa tiene mucho éxito suele haber dos razones básicas: La empresa entiende bien lo que quieren comprar los cliente (o, al menos, una parte importante de esos clientes) La competencia es lo suficientemente mediocre como para no dejar de pensar en ellos mismos y en los competidores y ponerse a pensar en los clientes En la foto del debate de ayer vimos a cuatro fracasados y un hombre de éxito.  Fracasado número 1. El Partido Popular , después de 20 años de tener más de 150 escaños en el congreso, ahora pretende poner buena cara porque las encuestas le auguran quedarse cerca de los 100 diputados. Fracasado número 2. El Partido Socialista ha conseguido algo parecido. Hace 15 años estaba por encima de los 160 escaños y solo necesitaba alguna ayuda para sacar adelante la presidenci

Votar con racionalidad

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Los partidos (y todos sus tentáculos) en estos días, tienen en mente un único objetivo: como influir en nosotros para conseguir que metamos en la urna la papeleta que les da el poder. Nada sorprendente, es muy lógico. Ante ese interés de los políticos por influir, los ciudadanos podemos elegir entre dos actitudes, ceder y convertirnos en una derivación de sus tentáculos (consciente o inconscientemente) o pensarnos bien que vamos a votar y resistirnos a que manipulen nuestra voluntad. La herramienta fundamental, casi la única, para manipular nuestra voluntad es la emoción (Esto no es solo aplicable a la política, es válido para cualquier proceso de publicidad) Por lo tanto debemos intentar no tomar decisiones sobre el voto basándonos en emociones. Dicho de otra manera, procuren evitar votar con el corazón o con el estómago, a esas vísceras van dirigidos todos los mensajes de los políticos (y los de sus tentáculos, por supuesto) Si tienes que operar a tu hijo del corazón ¿quién

La democracia está sobrevalorada

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La democracia formal, la que consiste en esos ritos carísimos para llevar a 350 españoles al Congreso de los Diputados y 265 más al Senado, está exageradamente sobrevalorada.  La hemos mitificado porque se ha considerado como la antítesis de la dictadura. Los propios vividores de esta “democracia” utilizan términos pseudo religiosos para convertir en algo indiscutible lo que en realidad no son más que mantras que les permiten crear mecanismos para poder ocupar un poder del que se benefician sin escrúpulos. Hay tres argumentos elementales que permiten ver claramente que esa democracia no tiene, ni de lejos, el valor que los trepadores del poder le quieren dar: 1 . No tienen en cuenta lo que votamos . Las últimas chapuceras negociaciones, montadas como paripé para conseguir hacernos ir a votar otra vez, dejan claro que a los jefecitos de los partidos les importa un bledo el resultado de las elecciones. Sin el menor pudor se pelean para ver quien se hace con el manejo de la mayor

Spain should be different

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¡Ya va siendo hora de que salgamos de nuestra depresión! Como país tenemos un pasado singular. Hemos protagonizado momentos muy importantes de la historia del mundo. España protagonizó e impulsó la primera ola de globalización de la historia. Los españoles, los de entonces, no los de ahora, extendieron por el mundo una lengua, una religión y, como consecuencia, una cultura que aún sigue viva en el mundo. Evitemos la discusión de si hemos sido ángeles o demonios. Cómo bien dice Pérez-Reverte, esa historia, buena o mala, oscura o luminosa, es nuestra historia.  Fueron los españoles de entonces los que hicieron todo eso. Los españoles de ahora, muchos, no todos por suerte, seguimos en la depresión y atrapados por una mezcla de culpabilidad y nostalgia. La depresión, la culpa y la nostalgia son, demasiado a menudo, simplemente coartadas para no afrontar nuestra responsabilidad como nación (o como cultura o como pueblo) en el mundo.  Yo no creo que los españoles (y mucho menos

Despertar a los avestruces

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¡Qué poco nos cuesta despertarnos cuando sabemos que lo vamos a pasar muy bien! ¡Qué difícil despegarnos de las sábanas cuando no nos gusta lo que nos espera! Cuando sabemos que vienen dificultades es inevitable la tentación de taparnos con la almohada o esconder la cabeza en la arena. Llevo 40 años en el mundo de los unos y los ceros. La automatización, la informatización, la digitalización, la robotización o lo que ahora, ampulosamente, llamamos «transformación digital» Hasta hace unos meses solo los “iniciados”, usando un lenguaje críptico, nos atrevíamos a hablar sobre este mantra de moda. De pronto hasta los tertulianos, sin entender nada esto (cómo en el 90% de los temas) pontifican sobre los beneficios y las amenazas del mundo digital. Ya sabemos que los coches se conducirán solos, que Google y Facebook estarán al día de los terribles secretos de nuestras vidas (es imprescindible tenerlos para que esto sea un problema). Nos imaginamos cómo nuestro armario ropero creará la l

¡Si mi abuela tuviera ruedas!

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¡Si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta! Cuando yo era preadolescente, 12 o 14 años, me encantaba mirar a los señores que venían a reparar las máquinas de Pinball (Pinball es el nombre moderno, nosotros las llamábamos “Petaco” o, simplemente, “maquinitas”) Me encantaba ver cómo eran todos aquellos mecanismos complicados. No los miraba para entender como funcionaban, no me hacía falta. Yo tenía un cuaderno en casa donde había dibujado mis hipótesis sobre el funcionamiento de cada parte. Yo esperaba con ansiedad a que abrieran las tapas de aquellas máquinas para comprobar si había acertado. Cómo podéis suponer, no siempre acertaba ¡No siempre!    Pero la mayoría de las veces sí. Y es que yo nací ingeniero. Los que han trabajado conmigo lo saben, estudié ingeniería porque ¿qué otra cosa puede estudiar un ingeniero? Mi sistema para entender las “maquinitas” me dio tan buen resultado, me divertía tanto comprobando si acertaba o no, que se ha convertido en mi fo

Harakiri o revolución

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Los políticos tienen privilegios. Los tienen y los conservan porque son ellos los que tienen que decidir eliminarlos y no les conviene. Si hiciéramos un referéndum para quitarles estos privilegios la mayoría a favor del SÍ sería apabullante pero ¿por qué no se convoca ese referéndum? La respuesta es obvia, ellos tendrían que convocarlo y nadie puede obligarlos. Cuando hablamos de corrupción, todos opinamos que los corruptos deberían devolver todo lo que hayan ganado ilícitamente. No hay duda, pero ¿Por qué no se adaptan las leyes para introducir esto? Pues porque los únicos perjudicados serían los políticos y no les conviene. En un país donde están regulados los incrementos de ingresos y precios de tantas cosas (medicamentos, servicios públicos, energía, etc.) los políticos, de cualquier nivel, pueden elevar sus retribuciones sin más que ponerse de acuerdo entre ellos mismos. ¿Cuál sería el resultado de un referéndum para abolir estas subidas de salarios? ¿Nos darán la oportunida