Guía política para votantes

Los ciudadanos no somos políticos. Los ciudadanos somos contribuyentes y somos votantes pero, en general, no somos políticos. 


Los intereses de los ciudadanos no coinciden, en general, con los intereses de los banqueros ni con los intereses de los grandes empresarios. Es obvio ¿no creen? No coinciden, en general, porque la inmensa mayoría de nosotros, como es lógico y evidente, no somos ni banqueros ni grandes empresarios. ¡Vaya perogrullada! dirán ustedes. 


Ni los banqueros ni los grandes empresarios dedican grandes esfuerzos a hacernos creer que sus intereses y los nuestros coinciden. Para ellos no tiene ningún valor que creamos que sus intereses son los mismos que los nuestros. Ellos van a ganar el mismo dinero tanto si lo creemos como si no. Nosotros no tenemos ninguna capacidad de influir en sus posiciones ni en sus dividendos ni en sus fortunas. Sería muy estupido de su parte desperdiciar su tiempo en conseguir que confundiéramos nuestros intereses y los suyos.



Para los políticos el caso es muy diferente. Para ellos si es vital, al menos en un régimen formalmente democrático como el nuestro, cuidar lo que nosotros pensemos sobre ellos. Nosotros, los ciudadanos, los votantes, si tenemos una enorme capacidad de influir sobre sus posiciones, su futuro y sus fortunas. Para los políticos es vital que creamos que sus intereses coinciden con los nuestros. Ellos si tienen importantísimas razones para intentar que confundamos lo que nos conviene a nosotros con lo que les conviene a ellos.


Nadie se imagina a un banquero diciéndonos que debemos utilizar su banco porque así ellos tendrán mejores beneficios. No tiene sentido. ¡Abra su cuenta en el Banco Pastor porque así nuestro banco se hará más fuerte, nosotros ganaremos más dinero y debilitaremos a nuestra competencia! ¡Absurdo! No venderían nada. Cualquier ciudadano, sin pensarlo dos veces, replicaría ¡No intente usted confundir sus intereses con los míos!


Sin embargo es bastante corriente escuchar a un político pedir que votemos a su partido porque así el partido será más fuerte, tendrá un futuro más seguro y debilitarán las opciones de los otros partidos. Los políticos si dedican grandes esfuerzos, notables cerebros y mucho dinero para convencernos de que sus intereses son los mismos que los nuestros. De hecho, el trabajo fundamental de expertos en marketing político (que no en política) como Iván Redondo o Miguel Ángel Rodríguez es identificar los resortes que nos puedan hacer creer que si ganan ellos ganamos nosotros.


Hay partidos de derechas y de izquierdas o, al menos, hay partidos que nos intentan convencer que son de izquierdas o de derechas y que se esfuerzan muchísimo en convencernos a nosotros, los votantes, de que también somos o deberíamos ser de izquierdas o de derechas. En sentido estricto los votantes no tenemos porque ser de derechas o de izquierdas pero para los partidos es fundamental, como para los clubs de fútbol, generar una adhesión emocional a unos lemas o unas siglas. La adhesión emocional les evita el esfuerzo de demostrar que nos benefician y el riesgo, sobre todo el riesgo, que supone someterse al análisis racional de los votantes.


Este artículo es el primero, la introducción, de una serie con la que voy a intentar aportar mi visión sobre cómo deberíamos blindarnos ante los esfuerzos de los partidos por confundirnos e intentar utilizar nuestro voto, y nuestra capacidad de influencia, de la forma más inteligente para nuestro beneficio -el de los ciudadanos, el de los contribuyentes, el de los votantes- y no para el beneficio de los políticos. No es fácil. La facultad de Ciencias Políticas es un lugar donde enseñan a los políticos, sobre todo, cómo conseguir y conservar el poder, es decir, su interés y sus beneficios. Sustraerse a las habilidades de profesionales de la política no es una tarea sencilla.


Por desgracia, así como existen numerosas asociaciones de consumidores dedicadas a proteger los intereses de los compradores ayudándonos a optar por productos o servicios que nos convengan, no existen asociaciones de votantes que protejan los intereses de los ciudadanos frente a la manipulación de los políticos. Los políticos se encargan que estas asociaciones no existan, serían un grave riesgo para su forma de manejarnos.


En mis próximos artículos en este medio intentaré ir desgranado análisis más detallados sobre las técnicas que utilizan para vendernos lo que a ellos les conviene y mis recomendaciones para resistirnos

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