El malo o el tonto

El nivel de mediocridad de los políticos españoles es impresionante y no nos puede servir de consuelo la estupidez de los políticos de los países vecinos y de los menos vecinos. 

La razón para tanta mediocridad es que la política es hoy una profesión sin recompensa. Los jóvenes con verdadero talento, los números uno de las universidades (y probablemente también los números dos) prefieren optar por otras profesiones más recompensadas, profesiones donde se puedan conseguir las dos recompensas que más mueven a los humanos, riqueza material obtenida de forma licita y reconocimiento social. Ser político no te aporta ninguna de estas recompensas, ni riqueza material, a menos que se obtenga de forma ilicita, ni reconocimiento social. Por eso las filas de los partidos y los escaños de nuestros numerosos parlamentos están llenos de pobres mediocres que no pueden optar a los puestos que consiguen los jóvenes de talento. 

Las elecciones del 23 de julio han sido, como siempre en los últimos años, un impresionante desfile de incompetentes. Los ciudadanos, sobre todo los más preocupados por el futuro de nuestros hijos, nos sentimos realmente frustrados de escuchar tanta necedad y contrariados por tener que elegir siempre entre lo malo y lo peor.

En estas elecciones se pedía a los españoles que eligieran entre dos opciones. Uno de ellos es un candidato malo, malo de maldad. Avieso, egocéntrico y falto de escrúpulos. Una persona que ha traicionado a los que le apoyaron, ha mentido sin pudor y se ha asociado con delincuentes para conseguir el poder. Es claramente malvado, pero no parece tonto, ni ingenuo. Siempre ha jugado las bazas que necesitaba, ha manipulado a los que le rodean y se ha inventado argumentos de todo tipo para conseguir defender sus fechorías.

El otro es simple y tontón. No ha sido capaz de aliñar su descalificación del contrario con un mínimo de propuestas comprensibles. Ha sido incapaz de controlar a los suyos que evidentemente no le hacen ni caso para tomar decisiones. Ha sido totalmente incapaz de explicar con quién se podría aliar y como lo iba a manejar. Incluso, una vez que los ciudadanos lo han descartado como jefe, ha sido incapaz de explicar que ha pasado y que va a hacer. Es posible que no sea malvado como el otro, pero los ciudadanos han visto con claridad que es, simplemente, simple.

La conclusión es fácil, los españoles, forzados a optar entre un mal hombre y un hombre tonto, han elegido al malo. Y lamentablemente creo que es una decisión acertada. Como dice el proverbio judío "nunca te acerques a un toro por delante ni a un caballo por detrás ni a un tonto por ningún lado"

Mientras sigamos teniendo esta mediocre clase política los ciudadanos seguirán optando por la solución menos arriesgada. Hasta el día en que la élite social y económica asuma por fin su responsabilidad para implicarse e influir para mejorar la clase política de España, seguiremos votando a mediocres, malos o tontos.

Comentarios

  1. Lo peor es que el Malo es tonto (sólo listo para medrar) y el Tonto es malo también (vacunación obligatoria o multa y otras hijoputeces....)

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