Lo urgente y lo importante de la CoronaCrisis

Siempre es difícil atender a las cosas importantes cuando nos aparecen problemas urgentes. Lo instintivo es volcarnos en lo urgente y olvidar lo importante. Los buenos comandantes, sean de aviones, del ejército o de las empresas, saben que el éxito y, a veces, hasta la supervivencia depende de saber conservar el enfoque en lo importante -tener una estrategia, aplicarla y revisarla- sin dejar que nos aturda la realidad de lo urgente.

Ser capaz de separar las cabezas que trabajan en lo urgente de las que se enfocan en lo importante es, en muchos casos, la clave para que no se estrelle el avión, no perdamos la guerra o no quiebre la empresa

No cabe ninguna duda de que ahora tenemos que afrontar los problemas de corto, la coyuntura, la hemorragia de hambre y pobreza que nos va a rodear. Pero no es lo único, también tenemos que poner en marcha los cambios de medio y largo plazo. Tener una estrategia e implementarla. Si no acometemos esos cambios ahora, aprovechando la energía del tsunami, no los haremos nunca y nos arrepentiremos siempre.

Nos toca hacer una revolución. Debe ser una Revolución Serena pero revolución con todas las letras. Serena porque no viene de una violencia inmediata ni de una guerra. Su origen es el resultado de enfrentarnos a una eventualidad natural que no esperábamos.

Cuando más tranquilos estábamos pensando en las maravillas que nos podía traer el futuro y pensábamos que las amenazas a nuestro confort estaban alrededor de la tecnología y los mercados. Cuando pensábamos que los riesgos eran diferentes según nuestra raza o nuestra nacionalidad, la realidad nos ha dado un gran bofetón para que entendamos que los riesgos de supervivencia de la especie están en nuestra propia naturaleza y su solución tiene que ver con dejar de vivir un mundo de fantasías, poner lo pies en el suelo, mirar de frente a la realidad y, sobre todo, entender y asumir que los riesgos son comunes. Son riesgos para los humanos, para todos, que solo mitigaremos colaborando a nivel planetario.

Solo saldremos de esta CoronaCrisis haciendo una Revolución. Debemos conseguir que sea una  Revolución Serena, sí, pero tan disruptiva y excepcional como lo es el coronavirus que ha retado nuestra realidad, nuestra vida y nuestro futuro.

La realidad de la CoronaCrisis que vamos a encontrar cuando salgamos de casa y volvamos a pasear, a conducir, a coger el autobús o a tomar cañas, será un escenario duro y sombrío y, sobre todo, diferente, muy diferente, inesperado, inseguro y desconcertante.

Para superar esta etapa y dejar un futuro a los que vienen detrás, vamos a necesitar dos cosas, no una, dos: La primera atender lo urgente, tomar medidas duras, serenas pero muy duras, para contener la pobreza y el sufrimiento de las personas que se van a ver en la cuneta económica y la segunda, tan necesaria como la primera, o quizás un poco más, trabajar en lo importante, definir un futuro nuevo que rompa con las visiones torpes y erróneas que nos han traído hasta aquí. Un futuro que nos despierte la ilusión y la energía imprescindibles para pasar con éxito las penalidades que vamos a vivir.

Todos debemos participar en crear y empujar ese futuro ilusionante. Un futuro para el que trabajaron esos abuelos y abuelas que están enterrando sin poder despedirlos como merecían. Un futuro que ilusione a los maravillosos jóvenes desconcertados en este encierro que les empieza a privar de una vida que están empezando a vivir.

Los que tenemos la posibilidad de definir o trabajar o influir o empujar ese nuevo futuro, no podemos, de ninguna manera, traicionar el sudor de los viejos que se nos están muriendo ni las ganas de vida de los jóvenes, los adolescentes y los niños que nos miran preguntándonos si habrá un futuro.

No olvidemos lo importante porque nos asusta lo urgente.

¡Empujemos la Revolución Serena!

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