La democracia está sobrevalorada

La democracia formal, la que consiste en esos ritos carísimos para llevar a 350 españoles al Congreso de los Diputados y 265 más al Senado, está exageradamente sobrevalorada. 
La hemos mitificado porque se ha considerado como la antítesis de la dictadura. Los propios vividores de esta “democracia” utilizan términos pseudo religiosos para convertir en algo indiscutible lo que en realidad no son más que mantras que les permiten crear mecanismos para poder ocupar un poder del que se benefician sin escrúpulos.

Hay tres argumentos elementales que permiten ver claramente que esa democracia no tiene, ni de lejos, el valor que los trepadores del poder le quieren dar:
1. No tienen en cuenta lo que votamos. Las últimas chapuceras negociaciones, montadas como paripé para conseguir hacernos ir a votar otra vez, dejan claro que a los jefecitos de los partidos les importa un bledo el resultado de las elecciones. Sin el menor pudor se pelean para ver quien se hace con el manejo de la mayor parte posible de la administración de los euros que pagamos entre todos como impuestos. No tengáis ninguna duda, el fondo real de las negociaciones no es más que esto.

2. Ese poder que les asignamos a través de nuestros dignos y humildes votos no lo utilizan para cuidar los intereses de los ciudadanos. En realidad lo usan con dos objetivos reales: satisfacer sus egos - en el mejor de los caso- y sus cuentas corrientes - en el peor y más frecuente - y para crear y cuidar una estructura de poder (los partidos) que solo tiene el objetivo de perpetuar en el poder, el mayor tiempo posible y con el menor riesgo posible, un clan de amigos que se cuidan entre ellos. La apariencia de defender una ideología y unos valores no es más que el capote con el que nos distraen mientras se reparten el botín.

3. El valor real de ese poder, que sacralizamos, es mucho menor de lo que nos hacen creer. Los propios políticos, cuando su responsabilidad se vuelve contra ellos, no dudan en argumentar que el poder real lo tienen otros. Me recuerdan a esos malos jugadores de fútbol a los que se les nota que están deseando deshacerse del balón.


Como digo, los políticos no dudan en decir (se les ve el plumero) que los verdaderos responsables son los ayuntamientos o los gobiernos autonómicos o bruselas o la banca o los grandes grupos financieros internacionales o la iglesia o los empresarios. Y lo peor es que tienen razón, ellos no mandan tanto, por eso una de las claves de los que ostentan ese limitado poder es aparecer en fotos que, en realidad, tienen que ver con acontecimientos en los que ellos tienen poco o nada que ver.
Entonces, si ese poder para el que votamos no es tan importante, si lo usan básicamente para su beneficio y no para el nuestro y si no dudan en manipular lo que votamos ¿por qué valoramos tanto el mecanismo que usamos para repartir ese poder?


Nada más lejos de mi intención al escribir estas líneas que concluir que una dictadura es mejor. No, una dictadura es peor. Sin ninguna duda. Pero es peor porque deja sin límites el ejercicio del poder, por nada más.

Desde luego, lo que sí es indiscutible, es que está más que justificada la crisis de la democracia tal como la conocemos. Aprovechando la fluidez actual de los grandes poderes globales y la influencia en todos los equilibrios de las nuevas reglas sociales y económicas de los cambios tecnológicos (como, por otra parte, ha pasado siempre en la historia de la humanidad) no nos quedará otra solución que buscar nuevos mecanismos para limitar el poder de los que nos administran.
Una dictadura no es una solución pero tenemos que buscar alternativas al caduco modelo democrático actual


Comentarios

Entradas populares de este blog

El malo o el tonto

Los españoles somos muy malos ingleses

Sin guiño no habrá Rey